Cuando estamos en pecado es tan traumático para nosotros que, por nuestro bien, él se esconde. Él no se aleja, somos nosotros quienes nos alejamos y entonces nos es más difícil oír su voz.
Cuando se enseña la palabra de Dios una y otra vez y se enfrenta a la misma vez el antagonismo y el rechazo de los oyentes; siempre se corre el riesgo de conformarse y dejar de transformarse.
"...descendieron al Seol con sus armas de guerra, y sus espadas puestas debajo de sus cabezas; mas sus pecados estarán sobre sus huesos..." - Ezequiel 32:27